Inicio
FORO Quiénes somos Miembros Documentos Del saber Imágenes Música Noticias Miscelánea ¡Gracias! Ayuda Enlaces FORO


>Quiénes somos>El Camagüey>Procesiones de la Semana Santa camagüeyana
Ana Dolores García,
para Camagüeyanos por el Mundo.
Marzo, 2005.

Reviviendo recuerdos de las procesiones de la Semana Santa camagüeyana

Después de una ausencia de cuarenta años, la procesión del Santo Entierro ha vuelto a recorrer las calles camagüeyanas. Según el relato de Joaquín Estrada-Montalván, el hermoso Santo Sepulcro, que es nuestro orgullo, anduvo de nuevo por séptima vez el pasado año en andas del pueblo, después de esas cuatro décadas de ausencia. Aún no sabemos si en este Viernes Santo podrá hacerlo, porque la noticia de si se concede o no el permiso oficial indispensable se recibe siempre a escasas horas del evento. Desde luego, los fieles se preparan de todos modos, alistan sus túnicas y cirios y limpian y dan brillo al reluciente sepulcro de plata y a cada una de sus múltiples campanillas.

Hoy quisiera referirme a las otras procesiones de la Semana Santa camagüeyana, las que no han vuelto. Las que sólo quedan en el recuerdo de quienes las alumbraron o contemplaron su paso por nuestras calles.

En realidad, puede decirse que en cierto sentido las celebraciones de la Semana Santa en Camagüey comenzaban el Viernes de Dolores, viernes anterior al Domingo de Ramos. La devoción a la Virgen Dolorosa era mantenida con mucho celo por los Padres Escolapios. Ese Viernes de Dolores, aunque como todos los de la cuaresma eran de abstinencia y penitencia, revestía una solemnidad especial en las misas que se celebraban en la Iglesia del Sagrado Corazón, aledaña a las Escuelas Pías y que, al igual que éstas, estaban a cargo de los Padres Escolapios.

La primera de nuestras procesiones de la Semana Mayor era, pues, en honor a Nuestra Señora de los Dolores y salía a la calle en la noche del Domingo de Ramos desde la Iglesia del Sagrado Corazón. Su recorrido era similar al que después harían las procesiones del Viernes Santo. Las casas por donde pasaba lucían engalanadas las rejas de sus ventanas con grandes ramos de palma, bendecidos durante la liturgia de la mañana.

La hermosa imagen de la Virgen, que llevaba –en palabras de Víctor Vega Ceballos– “puñal de plata clavado en el corazón del mismo metal, lágrimas en las mejillas mostrando su honda pena por el destino que aguardaba a su hijo”, con sus manos juntas en gesto desesperado de dolor y revestida de manto negro bordado en oro, iba en silencio, como el pueblo que la acompañaba.

Los siguientes días de la semana, es decir, Lunes, Martes y Miércoles Santos, salían puntualmente a las seis de la mañana y desde la Iglesia de la Soledad, los Rosarios de la Aurora, dirigidos por el abnegado sacerdote Monseñor Miguel Becerril Blázquez y su fiel colaborador Fausto Cornell. El recorrido era más o menos siempre el mismo, a lo que recuerdo: República, Luaces, Independencia, Avellaneda y demás calles centrales de la ciudad.

El Jueves Santo no había procesiones en Camagüey. Por la mañana se celebraba en todas las parroquias una misa solemne después de la cual el Santísimo quedaba expuesto para su adoración en los “monumentos”. Pero la misa más importante tenía lugar en la Iglesia Catedral, donde el obispo consagraba, además, el crisma necesario para los sacramentos del bautismo, confirmación, extremaunción y orden sagrado a realizarse durante todo el siguiente año.

Ya desde el mediodía del Jueves Santo cerraban las oficinas y comercios, y las estaciones de radio comenzaban a trasmitir sólo música sacra o, en su defecto, instrumental clásica. Muchas personas aprovechaban este tiempo de asueto para organizar pesquerías en ríos cercanos como el Máximo o el Saramaguacán.

La tarde del Jueves Santo Camagüey se volcaba en las calles, y no precisamente para presenciar el paso de ninguna procesión, sino para visitar los “monumentos”. El Jueves Santo los creyentes conmemoramos la institución de la Eucaristía durante la Última Cena del Señor y sus Apóstoles. Por ello, en cada iglesia se preparaba un altar especial para exponer la Sagrada Hostia –el Santísimo– a la adoración de los fieles. Este altar era por lo general el altar mayor, que se adornaba con profusión de flores, preferiblemente blancas azucenas o nardos –como queramos llamarlos–, y gladiolos. Un espléndido derroche de flores y cirios para circundar a Jesús Sacramentado, expuesto en una hermosa y elaborada custodia de oro. Sí, Camagüey se volcaba en las calles las tardes del Jueves Santo para visitar estos monumentos. Creyentes y no tan creyentes. Unos, con mucha devoción, visitaban los templos y en cada uno de esos monumentos oraban al Santísimo. Otros se contentaban con entrar y salir de la iglesia, rezaban algo o tal vez sólo se santiguaban, valoraban la belleza del monumento, mentalmente hacían comparaciones y luego las comentaban con sus amigos como si en realidad sólo se tratara de una competencia sobre cuál era el más bonito. Eso sí, para este recorrido, unos y otros trataban de vestir a sus niños con las mejores galas primaverales.

El Viernes Santo los católicos camagüeyanos amanecíamos en la calle para el Vía Crucis que salía, antes que el sol, de la Iglesia del Sagrado Corazón. Esta vez las aceras estaban desiertas de curiosos. Sólo lecheros y trabajadores que se dirigían a sus faenas se encontraban al paso de esta impresionante y concurrida procesión, a la que no se iba para ser visto.

Y por la noche, la principal y más recordada de nuestras procesiones: la del Santo Entierro, con esa joya que es el sepulcro de plata y el Cristo yacente, detrás del cual seguía, triste y desconsolada, la imagen de su Madre Dolorosa. Largos cordones de damas vestidas de negro. Peineta y mantilla. Cirios y rosarios en las manos. La luz de los cirios y el resplandor de las lámparas de los fotógrafos iluminaban la noche. Un año, no recuerdo cuál, hasta se cantaron saetas al paso de las imágenes. La que oí fue interpretada por una hermosa voz femenina desde el Círculo de Profesionales en la calle Estrada Palma. Y la banda municipal, como en todos los entierros a los que asistía, tocando la Marcha Fúnebre de Chopin.

El Santo Sepulcro

Después de recogerse la procesión del Santo Entierro, las mismas damas, mantilla y peineta, acompañaban a la Virgen de la Soledad en la procesión del Retiro. Ésta salía de la Iglesia de la Soledad.

El Sábado Santo –antes Sábado de Gloria– las campanas de las iglesias comenzaban a repicar a las nueve o las diez de la mañana, anunciando la Gloria del Señor. No eran pocos los que tenían costumbre de lavarse los ojos en ese momento.

El Domingo de Resurrección se celebraba la procesión del Encuentro, que ahora ya se repite en Camagüey. Encuentro entre las imágenes de una alegre Virgen María –la Virgen de la Alegría– y la de Cristo Resucitado, erguido sobre su propio sepulcro. Era el día en que las niñas lucían vestidos blancos y sombreritos de paja, ropa que se estrenaba para una primavera que también lo hacía.

Con esta procesión del Encuentro podríamos decir que se cerraban las celebraciones de la Semana Santa en Camagüey. Pero quedaba algo más. El Domingo de Resurrección era tradicional en la iglesia de la Soledad la celebración de la Fiesta de Santa Bárbara. Dice Elena Pérez Sanjurjo en su libro Historia de la Música Cubana, que ya desde los tiempos de la colonia los esclavos lucumíes acostumbraban a hacer fiestas el Sábado de Gloria en honor de Santa Bárbara.

En la Iglesia de La Soledad de Camagüey, parroquia en cuya área se encontraba una capilla particular con una gran imagen de la santa, cada Domingo de Resurrección se celebraba una misa solemne en honor de Santa Bárbara, después de la cual la imagen era llevada en procesión hasta la casa-capilla santera en la calle Palma (Ángel Ciro Betancourt), donde quedaba por algún tiempo hasta su posterior regreso a un altar del templo. Las ceremonias de santería que incluían a Changó, versión sincrética de la Santa Bárbara católica, se hacían presentes en esta procesión aun a pesar de las protestas de Monseñor Becerril y de los esfuerzos que por impedirlas realizaban quienes cuidaban del orden.

Cada Semana Santa de Camagüey era, y lo es todavía, un testimonio más del orgullo que siempre sintió nuestro pueblo por sus tradiciones y su fe.

© Copyright - Derechos reservados.

Inicio