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>Documentos>Sociedad civil, control social y estructura del poder en Cuba
Maida Donate-Armada

Introducción

En el estado moderno, la condición gregaria del ser humano impone un conjunto de normas de convivencia y participación, directa o indirecta, que se expresan en las organizaciones, asociaciones y agrupaciones, oficialmente reconocidas, las oficiosas y las autónomas. En este trabajo se le llama sociedad civil (SC) a esas normativas y modalidades de participación.

Toda sociedad necesita de control social por razones de orden y armonía. Los principios y objetivos del sistema socio político son consecuentes con la manera en que el grupo en el poder ejerce el control social, y establece la relación voluntaria o impuesta entre los representantes del estado y los diferentes grupos y subgrupos que componen la SC.

En las sociedades abiertas y democráticas, la relación se logra por negociación y balance entre los grupos en el poder y sus opositores. Las partes interesadas debaten y negocian hasta llegar a un acuerdo o pacto en favor de intereses particulares y de cambios que promueven el desarrollo de la nación. En las totalitarias se impone el criterio del grupo en el poder y las decisiones se toman en función de mantener la permanencia y estabilidad política.

Las tres grandes esferas del pacto social son: la económica, la política y la social. El contenido del pacto depende del tipo de sociedad y de la importancia estratégica coyuntural que tenga una esfera específica, para mantener el status quo del poder. Lograr un pacto social con un equilibrio proporcional entre las esferas económica, política y social, sigue siendo la máxima aspiración de los movimientos y cambios de la sociedad contemporánea.

Para controlar la ejecución de dicho pacto, el grupo en el poder necesita de una estructura institucionalizada o en vías de institucionalización. Esa estructura distingue las sociedades entre sí, y se modifica y adapta según las exigencias del desarrollo socioeconómico.

La estructura de control del pacto exige consenso y un determinado grado de represión para mantener el orden, y la armonía. Cada grupo en el poder diseña su propia estructura y da mayor o menor importancia al aspecto represivo, en dependencia de su proyecto socio político. En el totalitarismo el Estado asume el monopolio de la violencia como vía de supervivencia y reafirmación.

La actual crisis de la sociedad cubana no comenzó con la caída del campo socialista. El socialismo real en Cuba se ha caracterizado por una ambivalencia política permanente, basada en el control militar de la sociedad civil según convenga a la élite de poder, lidereada por Fidel Castro. Los militares salen de los cuarteles para «cumplir y hacer cumplir las orientaciones», cuando se necesita que la decisión «de arriba no se puede cuestionar». Por ejemplo, la zafra de los 10 millones (1970), la constitución de la Asamblea Nacional de los Poderes Populares (1976), la creación de las empresas mixtas (1986), la neutralización y desestructuración de la influencia política y económica del MININT (1989). Regresan a sus cuarteles en los períodos en que se gestan nuevas decisiones de control. La «normalidad»produce el espejismo de ciertas libertades: económicas (tímidas modalidades de economía de mercado) e intelectuales (intercambios culturales y académicos con el extranjero). Ese estira y encoge de la militarización de la sociedad cubana es parte de la estrategia que mantiene el poder actual.

Este trabajo presenta las estructuras y mecanismos de poder para ejecer el control social en Cuba, a través de las organizaciones de masas. La lógica de la exposición se basa en experiencias profesionales y personales, enfocadas y organizadas como observación participante, en un intento por entender la sociedad cubana en la etapa de la revolución.

Antecedentes

A partir de enero de 1959, las rencillas por el poder entre las organizaciones que habían luchado contra Batista, no se hicieron esperar. Independiente de sus orígenes políticos, no pocos vistieron el uniforme verde olivo y reclamaron un lugar en la nueva organización militar que se gestó. A medida que se consolidó el socialismo en Cuba, el Ministerio de las Fuerzas Armadas (MINFAR) nacido del fidelismo más profundo -el Ejército Rebelde-evolucionó hacia la sovietización, la formación y asesoría de la oficialidad pronto pasó a ser soviética. El Ministerio del Interior (MININT), con el apoyo de las relaciones permanentes del Partido Socialista Popular (PSP) con el Soviet Supremo de la URSS, surgió asistido por la KGB, y evolucionó hacia el fidelismo[1].

El análisis de los orígenes y evolución de estos dos ministerios, de los antagonismos entre ambos, y de la procedencia política de los oficiales de sus respectivos estados mayores, provee un entendimiento sobre el desarrollo de las principales tendencias políticas dentro del gobierno cubano. El balance de las tendencias entre los militares es vital para garantizar la lealtad de la oficialidad al «Comandante en Jefe» y mantener bajo control a los cuerpos armados, en el sentido más amplio del término.

La identificación y apoyo a la Revolución y a las medidas revolucionarias se ha logrado a través de la participación de la población civil en las estructuras militares, modificadas y adaptadas, según las necesidades de control social en cada situación histórica específica.

En 1959, los que no habían participado directamente en la lucha contra Batista, debieron demostrar su apoyo a la Revolución incribiéndose en las Brigadas Estudiantiles Universitarias «José Antonio Echevarrría» (BEU), si era estudiante universitario, y en las Milicias Nacionales Revolucionarias (MNR) [2], todo hombre o mujer, mayor de 14 años de edad, que estuviera dispuesto a defender, con las armas en la mano, «la independencia de Cuba» contra los «enemigos», internos y externos. Ambas instituciones dependían del Ejército Rebelde.

Con las BEU y las MNR se inició la organización, neutralización y control de la población civil, bajo disciplina militar. Había interés especial en los universitarios: sector con prestigio político histórico y alta capacidad de reflexión, que esperaba del nuevo orden la restauración y respeto de la autonomía universitaria y garantías necesarias para la libre participación en la política nacional.

La delicada situación que se vivió en octubre de 1962, durante la Crisis de los Misiles, fue otro momento de movilización militar total de la población civil. La propaganda oficial centró la atención en el diferendo Cuba-Estados Unidos y obvió el alcance internacional de la crisis.

Entre 1963 y 1965 las actividades militares masivas de la población civil se redujeron a las guardias realizadas en los centros de trabajo, y a las movilizaciones de determinados grupos (jóvenes en su mayoría) para la «Lucha contra Bandidos», en particular, la «Limpia del Escambray».

Se observa en el grupo de poder cierta regularidad de procedimiento en la lucha contra la oposición activa: se combinan acciones demagógicas populistas con formas de represión extremas. Por ejemplo, reforma agraria, rebaja de alquileres, campaña de alfabetización, reconocimiento del salario histórico y «pleno» empleo, con fusilamientos y sentencias a largos años en prisiones de extrema crueldad. Escala salarial según calificación del trabajador, ampliación del acceso a la educación y campañas masivas de vacunación a la población infantil, con lucha contra los alzados (fusilamientos in sito y traslado forzoso de las familias del Escambray hacia la zona occidental del país).

En 1966 aparece en el discurso político del «Máximo Líder» la definición de la construcción paralela del socialismo y el comunismo, el país comienza a preparar la zafra de los diez millones, y se reanima la preparación combativa de los milicianos, especialmente en las universidades. En La Habana se revitaliza el Batallón de la Milicia Universitaria y se crea la cátedra militar.

En esa ocasión, la vuelta al militarismo popular está mezclada con acciones de política interna y externa. La consolidación del estado totalitario en Cuba (marzo, 1968) coincide con el auge de la influencia cubana en las guerrillas de América Latina, el movimiento de los No Alineados, la Conferencia Tricontinental, la fundación de la OSPAAAL, la OLAS, la OCLAE.

Después de la extinción de la guerrilla boliviana, la muerte del Che Guevara (octubre, 1968) y el fracaso de la zafra de los 10 millones (1970), se procedió a la institucionalización de la revolución. Se organizó el I Congreso del Partido (diciembre, 1975), en el que se adoptaron nuevas estructuras de gobierno y se acordó el primer plan quinquenal de desarrollo socio económico (1976-1980). En esa etapa la movilización militar de la población civil disminuyó en intensidad y devino en rutina.

En los años ochenta, en el momento de la mejoría económica, el auge del mercado libre campesino, la cierta liberalización del mercado estatal, la apertura de los viajes familiares a los Estados Unidos, se produjo una nueva reactivación y exigencia de militarización de la población civil. La inscripción en una organización de corte militar como las Milicias de Tropas Territoriales (MTT), variante de las primeras milicias (MNR), fue la nueva prueba de fidelidad a la revolución exigida al pueblo, en primer lugar, a la militancia del Partido y la juventud comunista, con el mismo pretexto y las palabras de siempre: «nunca antes la defensa de la patria socialista y la seguridad nacional han estado en peligro de ataque más inminente por el imperialismo yanqui que ahora»(sic).

La población civil se comenzó a movilizar bajo el lema de Listo para la defensa y en los organismos de la administración central del estado e instituciones de ámbito nacional, se creó el Departamento Uno. ¿Qué importancia podía tener esta nueva orientación de control militar? ¿Acaso no era el mismo perro con diferente collar? Obviamente, no.

El MININT, además de las tradicionales funciones de su competencia, en 1986 había logrado un control de la sociedad casi absoluto. A nivel de comunidad, apoyado en los Comité de Defensa de la Revolución (CDR). En los centros de trabajo y estudio, comprometió a la militancia del Partido y de la juventud, como cuestión de principio.

La estrategia de control social del gobierno cubano concibe cada centro de trabajo y estudio como un objetivo de atención para la seguridad del estado. Toda la estructura del Estado está reproducida en la contrainteligencia cubana del MININT. Para cada ministerio, dependencia, organización de masas, etc., hay un oficial que contacta, sistemática y establemente, con el jefe del organismo, el secretario del núcleo del partido y el responsable del secreto estatal. El control también abarca a ciertos trabajadores del centro, a quienes se les recluta uno a uno y en forma directa. Nadie debe saber quiénes son los informantes del MININT en el centro de trabajo o estudio, ni siquiera el jefe administrativo ni los dirigentes políticos, porque ellos también son vigilados. Algunos tratan de adivinar quiénes son por la manera en que se expresan. Los íntimos se lo comunican entre sí, sin que el oficial del MININT lo sepa.

A lo anterior se suma la «Red de recogida de opinión del pueblo» -paralela a la del Equipo del mismo nombre del Comité Central del Partido- que diariamente procesa y sirve de termómetro del estado de ánimo de la población. Ese equipo de investigación social, política y económica, incluye a profesionales civiles, especialistas en las diversas esferas del conocimiento científico y técnico, para analizar la información. Son reclutados en las universidades, institutos de investigación, organismos, etc. La información de la opinión pública nacional que diariamente recibe el Ministro del Interior en funciones, es la más confiable. Hasta las causas No. 1 (Ochoa-La Guardia) y No. 2 (Abrahantes) esa información se tramitaba sin censura interna. Los informantes decían lo que oían y daban sus opiniones. Gran parte de los informes eran sobre las insuficiencias y deficiencias de las administraciones de los centros de trabajo y estudio. A nivel de la contrainteligencia se iba nutriendo un expediente que se mantenía oculto hasta el momento que fuera «políticamente necesario», por ejemplo, decidir cambios institucionales, una nueva estructura, la sustitución del jefe del organismo, etc.

El Ministro del Interior en funciones recibe la información internacional propia de su cargo y -en el caso cubano- en coordinación con el Departamento de América del Comité Central controla el alcance de la influencia de Cuba y las relaciones con los países del continente, especialmente, con Estados Unidos. Cuando se puso en marcha el «Proceso de rectificación de errores y tendencias negativas» (1986), la perestroika y la glasnost comenzaron a ser objeto de conversación cotidiana entre la población -militantes y militares incluídos. Se resquebrajó el control y los mecanismos de movilización interna.

Después de 1986 la tramitación de la información que recibía y generaba el MININT, quedó a discreción del Ministro del Interior -José Abrahantes-, quien cada día ampliaba más su radio de acción y control, y aumentaba los recursos que manejaba en moneda dura a través de las «coorporaciones» [3].

En 1988 se activó el plan Listo para la Defensa, bajo la dirección del MINFAR. Fue el antídoto de Castro para limitar y protegerse del poder que estaba cobrando el MININT, a partir de la estrategia que él mismo había trazado. Estar «listo para la defensa» es una distinción que se otorga por «etapas» a los centros de trabajo y territorios político administrativos (provincias, municipios, regiones y zonas) que cumplan determinados requisitos: todos los trabajadores (y estudiantes según el centro) deben estar inscritos en una organización o institución millitar definida y tener constancia de ello en el carnet de identidad. Como parte del plan de defensa, se imparten sistemáticamente clases, charlas, conferencias sobre preparación combativa al colectivo de trabajadores. Se controla la asistencia. En las clases se da especial atención a la explicación y asimilación del Sistema Unico de Exploración de la República de Cuba (SUERC) [4], con el objetivo de convertir a la población en centinela y concientizarla que su vida cotidiana es objeto de observación militar permanente.

El MINFAR controla la actividad estatal civil a través del Dpto. Uno, cuyo jefe recibe órdenes del Estado Mayor. El Dpto. Uno centraliza la documentación clasificada y accede a los archivos de personal y cuadros de los centros de trabajo y estudio. Para determinar si un centro está listo o no para la defensa, el jefe del Dpto. Uno y el jefe del organismo -o el funcionario designado por éste- asisten a reuniones convocadas por el Estado Mayor del MINFAR, en las que se explica uno a uno los pasos a seguir. [5] Deben presentar los documentos específicos pertinentes y preparar una exhaustiva explicación, por escrito y verbal, de la actividad de su organismo, para que los oficiales del MINFAR se puedan «compenetrar» mejor con las instituciones civiles que asesoran militarmente.

Cuando ocurrieron los sucesos del verano de 1989, los dos ministerios militares tenían sus propias vías de control sistemático de la actividad estatal civil. El MININT además tenía acceso directo a fuentes económicas y políticas internacionales. Después de la causa seguida contra Arnaldo Ochoa y Antonio de La Guardia, el MINFAR concentró el control social y dirigió la intervención y desestructuración del MININT, obviamente, bajo la tutela del «Comandante en Jefe». La militarización del control social y la exigencia a la población de participar en organizaciones y actividades militares, tiene inhibida y solapada la participación de la SC.

Principales organizaciones de masas y juveniles

Hay organizaciones cubanas que existen en otros países como formas de asociación de grupos de poblaciones similares, por ejemplo, las mujeres, los vecinos, los jóvenes y los trabajadores. En Cuba esas formas de agrupación están bajo la dirección del Estado y son vías de reafirmación para militarizar la población civil.

Federación de Mujeres Cubana (FMC)

La FMC fue creada el 23 de agosto de 1960. Tiene acaparada, en exclusiva, toda la diversidad y posible participación femenina en la gestión social. Las mujeres cubanas no pueden optar por ninguna otra manera de agrupación que no sea a través de la FMC.

La FMC permitió a la política estatal entrar en la familia a través de su elemento catalizador más dinámico: la mujer, en especial, las amas de casa. Se aprovechó de la influencia emocional, útil y decisiva de la mujer para comunicar y consolidar los valores sociales a nivel familiar. La propaganda escogió -y mantiene- la miliciana y combatiente, la mujer militarizada, como la imagen de la federada destacada.

El acceso e incorporación a ocupaciones no tradicionales en la mujer se ha identificado con la incorporación femenina a la artillería antiaérea y otras especialidades militares. A Celia Sánchez, «la guerrillera por excelencia», se la fotografió de uniforme con una flor, y Alicia Alonso, la «etérea Giselle», se vistió de verde olivo para bailar «Avanzada» -coreografía inspirada, paradójicamente, en la foto de los «marines» en la batalla de Iwo-Jima. Ninguna mujer cubana: «federada, miliciana, cederista destacada», puede preocuparse por las condiciones de vida. Ninguna debe preguntar por qué se ha gastado y gasta en acciones militares lo que debía gastarse en comida. Internamente, esta organización permite al gobierno centralizar la información, manipular la divulgación nacional y mediatizar la comunicación de las cubanas con inquietudes sobre el tema de los derechos económicos, políticos y sociales de la mujer. Externamente, posibilita establecer contactos con los movimientos femeninos a escala mundial, y presentar como fénomeno aislado y único, «logro del socialismo», las transformaciones estructurales de la participación femenina ocurridas en Cuba durante la etapa de la revolución.

Si se comparan las agendas de los congresos de las feministas cubanas de la década de los años veinte con las agendas de los congresos de la FMC, encontramos que en los últimos prima la intrascendencia política y social de los asuntos discutidos para la mujer cubana.

En Cuba no hay organización en la que la élite dirigente, con su presidenta a la cabeza, Vilma Espín de Castro (esposa del Ministro de las Fuerzas Armadas y cuñada del Comandante en Jefe), que esté más distante de la realidad, ni represente menos a sus afiliadas que la FMC. Desde el IV Congreso del Partido (1991) hubo consenso entre las propias federadas, en particular las trabajadoras y las militantes del partido y la juventud, que la estructura de esta organización debía desaparecer porque no representa a las mujeres cubanas, no cumple funciones de utilidad y anula el tiempo libre, de por sí escaso, de la población femenina.

Aunque existen mujeres que han logrado sobresalir por méritos propios y continúan rechazando su afiliación y reafirmando que no se sienten representadas por la organización femenina oficial, la FMC es la única posibilidad de organización femenina en Cuba.

En sus inicios, la FMC tenía entre sus funciones,tareas propias relacionadas con la incorporación de la mujer al trabajo, la escuela de los hijos y acciones de salud pública que realizaban sus afiliadas en la comunidad donde residían. En la práctica, la FMC no ha jugado un papel trascendente en la incorporación de la mujer cubana al trabajo. La modernización del derecho laboral femenino, sin duda un logro durante el castrismo, la revolución lo heredó de las luchas de los movimientos feministas anteriores a 1959. Posterior a esa fecha, los logros restantes han sido variaciones sobre el mismo tema.

En la relación familia-escuela, el papel de la FMC como organización femenina es puramente formal. No tiene incidencia sobre la política educacional del país. Al grupo de madres que están más relacionadas con la escuela, se las «estimula» reconociéndolas como parte del movimiento de «madres combatientes por la educación». La agenda que resulta de esta inducción pavloviana está muy ajena a las cuestiones personales que las madres «combatientes» enfrentan para educar a sus hijos y garantizarles el sustento. A partir del II Congreso del Partido (1981), la FMC perdió gran parte de su misión. A solicitud de las afiliadas, que debían realizar las mismas actividades con el CDR, se decidió que, a nivel de vecindario, ambas organizaciones compartieran los círculos de estudio, el trabajo voluntario a nivel de vecindad, el apoyo a las acciones de salud pública y, sobre todo, las relacionadas con la distribución de los alimentos. Esta decisión redujo la cantidad de actividades extralaborales, a la vez, evidenció la falta de trascendencia social y redundó en la pérdida del carácter femenino de la organización. En la actualidad, a nivel de base, sólo se realiza independiente la cotización. El pago es trimestral, $0.25 por mes, más igual cantidad para ayudar al finaciamiento de las MTT.

Al presente, la FMC cumple una función preventiva, evitando que la mujer se organice en organizaciones distintas a la Federación. También cumple funciones simbólicas. La mayoría de las federadas cotiza, equiparando esto con «la masiva participación femenina en la Revolución» y cada 23 de agosto, cumpliendo la orientación de los «niveles superiores», prepara algún platillo para celebrar el aniversario de su fundación a nivel de barriada.

A nivel de base, el ambiente es otro. Las dirigentes de base se quejan de la poca ayuda que reciben las afiliadas. El trabajo recae en las amas de casa y las mujeres de baja calificación profesional. De hecho, se ha reabierto la servidumbre como función femenina, ahora en misión civil estatal, socialmente masificada, sin pago y «voluntaria». En las reuniones no se discuten en ninguna instancia de la organización los problemas específicos de la mujer cubana como grupo social.

La participación de la mujer es esencial para el desarrollo de la SC. En Cuba, la supeditación de la FMC al Estado no permite que se cumplan a cabalidad las funciones que corresponden, en las sociedades modernas occidentales, a las organizaciones femeninas. Entre las mujeres cubanas la necesidad de organizarse para atender sus propias agendas se mantiene latente. En un futuro cambio, la actual estructura monopólica bajo influencia estatal de la FMC desaparecerá, dando paso al surgimiento de diversas formas de asociación y agrupación que permitirían a las cubanas participar como grupo, de manera más efectiva en la concertación del pacto social.

Comités de Defensa de la Revolución (CDR)

Los CDR, creados el 28 de septiembre de 1960, son la organización que permitió el ejercicio del control social en las zonas de residencia, sustituyendo a las asociaciones de vecinos y cerrando cualquier otra modalidad de asociarse sobre bases vecinales independientes del estado. Como organización de masas, completó la presencia permanente del sistema de control que ejerce el régimen en el seno de la familia.

Los CDR han desarrollado su labor en tres áreas principales. La «primera misión» es defender la revolución, que incluye la vigilancia revolucionaria para inmovilizar al «enemigo» e impedirle cualquier movimiento en el territorio nacional y controlar sus posibles contactos con el extranjero. Las otras dos funciones son: la vigilancia y el control de la población civil en la zona de residencia. Los militares, los dirigentes y los militantes del Partido, hasta cierto nivel, no son objeto de atención sistemática, y tienen que recibir autorización para vigilarlos. Después de sus primeros años se le agregaron funciones auxiliares, de tipo paraprofesional, en apoyo a los sectores de salud y educación.

Desde que fueron creados, para ser miembro de la FMC hay que serlo del CDR. El miembro del CDR tiene un puesto asignado en la defensa, es decir, está bajo control militar. Todo militante de la juventud y del Partido, tiene que ser a su vez miembro del CDR, y las mujeres de la FMC.

Los CDR fueron el punto de apoyo para iniciar en los años 60 el racionamiento en la distribución de alimentos. A través de los diagnosticadores e inspectores de la libreta se hizo el primer «censo de la manteca». Estos «líderes de los CDR» después continuaron en la vigilancia y control de los miembros del núcleo familiar y en la entrega de las «libretas»de productos alimenticios e industriales. Con la aparición paralela del mercado negro, los diagnosticadores e inspectores se convirtieron paulatinamente en los «traficantes» más populares, ejerciendo estas «nuevas responsabilidades» con los Jefe de Sector de la Policía y vecinos miembros del Partido, de la Seguridad del Estado o militares, lo que les ha garantizado cierta impunidad mediante el contubernio de la «confiabilidad política».

La amplia cobertura de la organización se aprovechó para ejecutar los programas de prevención de salud -campañas de vacunación y tomas de pruebas para la detección de enfermedades evitables por diagnóstico precoz. La manera de realizar estas tareas en cada área, ha variado con el tiempo y las circunstancias.

Inicialmente, la vigilancia ponía énfasis en las personas que expresaban desacuerdo con las medidas del gobierno revolucionario y, en particular, con los que pedían la salida definitiva del país. Se instruyó a los CDR que debían estar alertas de las posibles actividades contrarrevolucionarias de los que emigraban, y que éstos no repartieran, cambiaran o vendieran, entre sus conocidos y familiares, la vivienda, automóvil, equipos domésticos,muebles, ropas y demás pertenencias. En los inventarios que se hacían a los emigrantes, debían estar presentes dos cederistas -el presidente o el organizador y el responsable de vigilancia- acompañados de los oficiales de inmigración. Era una manera solapada de alimentar «el reclamo de distribución social más justa». Mientras se hacía gran alharaca aparentando que se protegía «el patrimonio nacional», de hecho se repartían los bienes de los que abandonaban el país. Primero, en premio a los revolucionarios más conocidos, y eventualmente, aunque ya sin verse, llegaban por compra -a precio de descuento- o como regalo a «sus superiores». El sistema se destapó treinta años más tarde cuando comenzó el cambio de oro, plata y objetos de arte para «generar divisas para la Revolución». En ese momento, muchas personas se dieron cuenta que de pronto, «austeros» dirigentes y funcionarios, que hasta ese momento se vanagloriaban de su humilde origen social, y de deberle a la revolución y a Fidel todo lo que posesían, cambiaban objetos de alto valor que jamás habían adquirido por su trabajo o por medios legales. Hubo hasta quien reconoció en manos de conocidos dirigentes y funcionarios pertenencias de antiguos vecinos y familiares que se habían marchado del país y que, supuestamente, habían sido inventariadas en los 60.

Los puestos claves en cada CDR son: el presidente, el vicepresidente -antes el organizador- y el responsable de vigilancia. Los dos primeros se eligen entre los miembros del CDR por votación directa a mano alzada. Para elegir al tercero, hay que consultar antes de la asamblea con el responsable de vigilancia de la zona -división territorial, abarca varios CDR-, que a su vez tiene que consultar con el oficial del MININT que lo «atiende», a ver si el propuesto «es confiable». Este oficial verifica contra los archivos de la Dirección Nacional de Investigaciones (DNI), los antecedentes penales del propuesto, y si ha sido «objeto de atención» por Seguridad del Estado. Con el visto bueno de las «instancias correspondientes», se presenta la proposición en la asamblea de los cederistas y éstos votan, aceptándola o no. En el momento de la votación, es muy difícil que alguien se oponga, porque se teme que ello se interprete como «discrepancia con el MININT», en última instancia, el criticón puede señalarse como contrarrevolucionario por hacer preguntas impertinentes, «destacarse» como contestatario y tener que enfrentar represalias.

El responsable de vigilancia es quien organiza a los cederistas, lleva el control de la guardia nocturna y guarda el libro del registro de direcciones de los ciudadanos residentes en el área del CDR. En el registro debe escribir los datos generales de cada persona -nombres y apellidos, sexo, fecha de nacimiento, edad, número de identidad permanente, ocupación -si trabaja, estudia, está jubilado... etcétera-, militancia política y «lugar asignado» en la defensa.

Aunque el responsable de vigilancia es la cara visible de contacto con el MININT, en cada CDR hay una red de activistas -que puede incluir o no a los dirigentes del CDR- con la función de ser escuchas e informantes[6] de todo lo que acontece en el barrio. Estos informantes son independientes del CDR. No tienen que ser militantes del Partido o de la juventud, siempre son vecinos que conocen a las personas que viven en el barrio, pueden identificar a los líderes de información y a los extraños en la comunidad. El MININT los contacta directa y aisladamente. No están identificados como colaboradores ante ninguna institución ni organismo. Muchas veces prestan sus viviendas como «casas de contacto» para las entrevistas operativas de los oficiales del MININT con los «agentes». Algunos, a nivel municipal, están organizados territorialmente en grupos denominados: «Brigada de Activistas Voluntarios» del MININT. Son movilizados según los intereses de Seguridad y, a veces, de la Policía.

Popularmente se conoce el mecanismo, pero no siempre a las personas específicas que lo mantienen activo, de hecho, puede ser cualquiera. Ahí radica la efectividad del método: actúa anónimamente como un controlador social y autorregulador impersonal de la conducta, porque estas personas no sólo vigilan, sino también provocan para «probar» al provocado.

Estos grupos existen desde siempre y son el antecedente verdadero y directo de las Brigadas de Respuesta Rápida[7]. El régimen pretende presentar las acciones de estos grupos verdaderamente paramilitares, como un fenómeno de masas espontáneo.

Esta forma de organización de la vigilancia permite que el sistema de información propio de la contrainteligencia, se mantenga siempre activado desde la misma base, aún cuando a veces sea necesario modificarlo, según las circunstancias. A nivel de CDR, los activistas actúan como conspiradores y al mismo tiempo informan todo lo que acontece en su radio de acción. Para ellos, cualquier persona, sin excepción es un «enemigo», solapado o en potencia. Quizás el mayor aporte de los cubanos a la historia del espionaje mundial, sea haber institucionalizado a la categoría de contrainteligencia la afición por el chisme y el brete cotidianos a nivel de barrio. Ese ha sido, sin duda, el aporte de la Cuba revolucionaria al método policiaco universal: una Stazi tropicalizada y ampliada, envidia probable de los ex-compañeros de RDA.

En la discusión del Llamamiento al IV Congreso del Partido se cuestionó la existencia del aparato estructural de los CDR por inmiscuirse «demasiado» en lo privado. Se interpretó que su función de vigilancia -al ser contínua, sistemática y secreta- traspasaba los límites políticos tolerables y se inmiscuía demasiado en la vida personal de los ciudadanos. Ante este exceso, el cubano medio quedaba indefenso, sin posibilidad de apelación ni protección judicial, a los comentarios que dieran sobre ellos, cualquiera de las «personas de confianza» del CDR.

La impopularidad de los CDR aumentó en 1987 con la despenalización de delincuentes convictos y la aceptación oficial de la delación como actividad rehabilitadora del delincuente. Siguiendo «orientaciones superiores» el régimen promovió la incorporación a los CDR de delincuentes conocidos en los barrios, que habían delinquido contra el orden social -robo, homicidio, asesinato. Legalmente se les indultaban condenas, de las que habían cumplido menos de la mitad, aduciendo que eran ciudadanos «descarriados», «reminiscencias del capitalismo» y ya no atentaban contra el orden político establecido.

Bajo la consigna de «Guerra de todo el pueblo» (1988), las zonas de los CDR y los bloques de la FMC, quedaron fundidos y subordinados bajo el mando de los jefes de las «Zonas de defensa», que son el eslabón inferior del «Sistema Unico de Vigilancia y Protección de la República de Cuba» (SUVPC), y de la «Cadena de Movilización de la Reserva», en caso de una acción de guerra. Cada Zona esta encargada de garantizar la evacuación de la población civil, y de la destrucción de pueblos y ciudades, en caso que peligre mantener el orden socialista.

Hoy día, un cederista promedio, cotiza trimestralmente, una cuota de $0.25 por mes, más igual cantidad para el financimamiento de las MTT. Asiste a las reuniones que se citan, si no tiene otro remedio, y a las que se tratan temas relacionados con asuntos del vecindario (distribución de materiales de construcción para reparar las viviendas, limpieza de calles y aceras). Los militantes del Partido, los jubilados y los militares, son los que en definitiva hacen la guardia nocturna del CDR y no siempre. Además, realizan algún que otro trabajo voluntario de higienización de las calles y aceras, conjuntamente con las amas de casa.

La rudeza de la vida cotidiana ha modificado, en parte, las relaciones entre los vecinos y el CDR, sustituyendo la intransigencia por cierta tolerancia mutua. Pero, la estructura, tal y como se concibió inicialmente, no se ha abolido, se mantiene y se utiliza como control represivo, cada vez que es necesario y con amparo oficial, dizque para la estabilidad política del régimen.

En la evolución y desarrollo de la sociedad civil cubana, la invasión de la privacidad y las tareas de vigilancia permanente entre vecinos y el control del racionamiento de alimentos y productos industriales, no tienen cabida.Una asociación saludable de vecinos es incongruente con esas aberrantes funciones y tareas. La asociación de vecinos deberá tomar un cauce diferente y recobrar la esencia de las organizaciones de base vecinal: servir de expresión y apoyo al desarrollo de la comunidad.

Unión de Jóvenes Comunistas (UJC)

En octubre de 1960, en la clausura del I Congreso de Estudiantes Latinoamericanos, Fidel anunció que los jóvenes cubanos, bajo el lema: «Estudio, Trabajo y Fusil», se integrarían en una organización única: la Asociación de Jóvenes Rebeldes (AJR). Con su sucursal infantil, los niños se agruparían en la Unión de Pioneros Rebeldes (UPR).

El presidente: Joel Iglesias, el soldado más joven de la columna comandada por el Che -se había alzado en armas a los catorce años de edad-, en la Sierra Maestra, después de sobrevivir de milagro a varias heridas de bala, le habían otorgado el grado de Comandante. Joel era de origen campesino muy humilde. Estaba en proceso de alfabetización con lenta asimilación, aunque ya tenía dieciocho años. Mutilaciones en las cuerdas vocales, en la cadera y en las extremidades inferiores, le dificultaban el habla y su capacidad de movimiento. Fidel lo escogió como símbolo histórico, indiscutible ejemplo y de emulación para la juventud cubana revolucionaria de todos los tiempos.

El nuevo símbolo necesitaba, sin embargo, de un «apoyo» para cumplir con su delicada misión estratégica como dirigente de la nueva organización juvenil cuyo radio de acción estaba, fundamentalmente, entre los estudiantes de la enseñanza media[8]. El mentor ideológico escogido fue Aníbal Escalante. En sus labores más visibles impartía conferencias, presidía reuniones de trabajo, daba orientaciones metodológicas, hasta el momento en que fue separado de su puesto de dirección política, después de ser identificado públicamente por Fidel, como el instigador de conductas sectarias, particularmente entre los jóvenes, dirigidas a debilitar la unión de los revolucionarios. Todo esto nutrió los archivo penales del conocido «Proceso de la microfracción», iniciado en 1962 y concluído en 1968.

En abril de 1962 hubo nuevos cambios en la AJR y UPR, en el I Congreso de la Juventud, se proclamó el nuevo carácter, estructura, y nombre de la organización: Unión de Jóvenes Comunistas (UJC), y su ad hoc infantil: la Unión de Pioneros de Cuba (UPC).

Como grupo social, los jóvenes y los adolescentes, han sido y son, objeto de atención y manipulación especial de Fidel Castro y su régimen marxista-leninista-stalinista-fidelista, como lo identifica Monseñor Carlos Manuel de Céspedes. En el desarrollo del socialismo en Cuba, se observa como regularidad histórica, que los procesos de cambios estructurales han estado precedidos por cambios en las estrategias y líneas de acción política en la organización juvenil. Entre sus funciones están la integración a la Revolución -leáse a la domesticación- de las nuevas camadas de jóvenes o de capas generacionales, detectar el grado de desvío en las ya incorporadas y evidenciar las agendas que deba entretener la dirigencia para que los históricos sigan mandando con el Máximo Lider de eje y en la cima.

Es importante entender la dinámica de estos procesos y la división de tareas que asumen sus actores principales. Se inician con una etapa de debate sobre «los cambios necesarios», según los expresan las distintas tendencias toleradas dentro de los límites del dogma marxista-leninista. Cuando una de ellas empieza a predominar, con sus posibles líderes ya identificados, de manera automática, Fidel asume el papel de árbitro. Corta por lo sano la polémica y se define en favor de la tendencia contraria, posición que siempre conincide con la optimización del poder para los históricos.

Hasta el momento del arbitraje, el juego lo hace el Máximo Líder en aparente contraposición con su hermano Raúl, quien asume el papel de defensor u opositor, dependiendo del momento concreto. Todo el proceso no es más que una división de tareas entre los dos hermanos de «la primera familia del país» para resolver los potenciales conflictos políticos que enfrenta la dirigencia, donde Fidel siempre es el que manda y Raúl el que ejecuta. Los tres casos más conocidos hasta ahora sucedieron en la Universidad de La Habana, en la segunda década de los sesenta: con los estudiantes de las Facultades de Arquitectura, Psicología y Humanidades, con el departamento de Filosofía y con la revista Pensamiento Crítico.

A la fecha, se pueden identificar tres grandes grupos generacionales que han militado en la organización juvenil comunista cubana. Cada uno tuvo sus propios requisitos de ingreso y maneras de evolucionar a fin de crear «al hombre nuevo».

En los primeros años hubo que captar a los jóvenes que tenían un desarrollo intelectual acorde con el biológico: eran los que estaban preparados educacionalmente para convertirse en los cuadros profesionales de la revolución, tanto en la actividad civil como militar. Los miembros del «glorioso» ejército rebelde, (en su mayoría auténticos güajiros del campo), no tenían la instrucción ni la capacidad intelectual necesaria para asumir el papel esperado de ellos. Pero, a esos «privilegiados»jóvenes, había que recordarles sistemáticamente, parodiando al poeta: sobre los huesos de qué muerto, estaban vivos... y con este recordatorio bien asimilado, podían seguir estudiando. En esos tiempo Cuba había dejado de ser una república de generales y doctores, para ser de comandantes y licenciados, Esta creencia nunca ha sido abandonada por el credo revolucionario cubano: el talento civil sólo tiene valor si va unido al militar.

Este «inseparable matrimonio» empezó desde muy temprano. En el curso 1960-1961, en los Institutos de Segunda Enseñanza se hicieron captaciones para pasar cursos de artillería antiaérea y otras especialidades militares para las que se requería «determinado nivel de escolaridad». A ciertos bachilleres graduados se les propuso estudiar la carrera universitaria en los países socialistas de Europa con becas gestionadas a través del PSP.

En la misma época, durante los primeros cinco años de la revolución, un sector significativo de la juventud emigró a Estados Unidos, desencantados con la Revolución o como meros acompañantes de sus padres emigrados. Aunque el resultado a largo plazo iba a ser diferente, en la opinión pública se asumió la salida del país por cualesquiera de estas vías como una manera de evadir el rigor que empezaba a sentirse en la sociedad cubana. La solución del poder fue exigir como requisito de selección, a los que solicitaban beca para irse a estudiar en Europa del Este, esperar la respuesta de aceptación sembrando eucaliptos en la península de Guanahacabibes, como parte del plan de repoblación forestal de la zona occidental.

Desde entonces, ser seleccionado para ir a estudiar a los países socialistas, se convirtió en una opción de estudio diferente y en un mérito, hasta que empezó el proceso de la perestroika y la glasnost. El desmoronamiento del campo socialista cortó de golpe el flujo de estudiantes universitarios cubanos becados a Europa Oriental.

Para contrarestar la inevitable influencia en el desarrollo de la personalidad que suponía estar lejos del país -mínimo cinco años- y sobre todo fuera del control directo de la política ideológica del Partido, se instrumentó un doble discurso: se dió por cierta la predisposición al cuestionamiento político y a estilos de vida «extranjerizantes» en los estudiantes y graduados «fuera» de Cuba. A la vez, que se exigían pruebas de las condiciones políticas individuales y familiares, para ser seleccionado a estudiar en el extranjero. Se creó un aparato burocrático-administrativo para la atención de los becados en el exterior con subordinación al Departamento de Relaciones Exteriores del Ministerio de Educación Superior (MES) y al MININT, demostrando con ello lo estratégico que resultaba para la seguridad nacional la formación de los jóvenes especialistas cubanos.(sic).

Una parte de los estudiantes de la enseñanza media superior que se quedó en Cuba, subió a las montañas orientales como maestros voluntarios. Más tarde éstos fueron los primeros alumnos de la Escuela de Administración de Empresas, organizada por el Che Guevara cuando era Ministro de Industrias.

En abril de 1961 se interrumpió el curso escolar, y se convocó, en especial a los estudiantes de la enseñanza media, a incorporarse a la Campaña de Alfabetización, principalmente en las zonas rurales. Al regresar un año después, encontraron estructurados los nuevos planes de estudios, basados en un gigantesco plan de becas, todas de internado. Resaltan los cambios de forma y contenido que se hicieron al sistema de formación del magisterio: las Escuelas Normales para Maestros fueron sustituídas por las tristemente célebres, Escuelas Pedagógicas «Antón Makarenko», dirigidas por la difunta Elena Gil, que por vivir fuera de su época -pero hacia atrás- y obsesionada por probar que la moral socialista era lo máximo, sus dotes pedagógicas hubiera sido motivo de envidia en pleno medioevo. En aquellas escuelas se aprendía que el mejor sistema de educación es el basado en el quebranto de la voluntad del educando, porque del sacrificio como estilo de vida sale el verdadero disfrute de la condición humana y la reafirmación del ser social.

A partir de entonces, se iniciaron las temporadas de trabajo voluntario en el campo. Las primeras movilizaciones de estudiantes fueron a la recogida de café en las montañas. La participación sistemática en jornadas de trabajo voluntario en labores agrícolas que se exige a muchos cubanos -en especial a los jóvenes, de manera notable a los capitalinos- son el complemento de la filosofía de la expiación permanente por el hecho de consumir sin gastar esfuerzo físico, lo que otros producen.(sic) Estas movilizaciones ayudan a mantener en movimiento constante a la población juvenil y en los miembros de la familia crean el sentimiento de desestabilización y desarraigo.

Como la mayoría de los muchachos realiza esta actividad por compulsión social, la rebeldía típica de la adolescencia y la juventud se distorsiona provocando conductas que pueden resultar inexplicables para alguien que observa de lejos esa realidad. En Cuba, los jóvenes, mujeres y hombres, no tienen alternativas oficiales de agrupación por intereses comunes que sean ajenos a la política. En consecuencia, el exceso de politización y la limitación del espacio existencial provoca un contrario. En la actualidad los jóvenes rechazan cualquier posible análisis político, dando imagen de indolencia o materialismo radical como filosofía de vida. Algo relativamente nuevo y contrario a las tradiciones de rebeldía de la juventud cubana durante la República, y en especial, de los jóvenes universitarios.

El primer grupo generacional de jóvenes comunistas está en torno a los cincuenta años de edad. Se caracteriza por haber roto las costumbres y tradiciones en las relaciones de la familia cubana. Una buena parte de ellos salió del hogar al inicio de la adolescencia y de la temprana juventud. Su ímpetu rebelde, típico de esa etapa de la vida, fue utilizado como catalizador del nuevo régimen. Se les autorizó un cierto umbral de participación en la discusión política, siempre dentro de los límites del reconocimiento individual y colectivo, de lealtad a la autoridad «indiscutible» de Fidel.

Su formación profesional fue orientada estatalmente hacia carreras técnicas y de ciencias. Las humanidades fueron consideradas no útiles o inútiles, socialmente cuestionadoras y no susceptibles de tomarse en cuenta. El haber cursado la carrera universitaria en Cuba o en universidades de países socialistas europeos, marcó una diferencia importante en los referentes exitenciales de este grupo generacional. Desde entonces, a los que han estudiado fuera de la Isla, se les adjudica -explícita o implícitamente- mayor propensión a la desviación ideológica.

Algunos siendo casi niños, participaron en la movilización de Bahía de Cochinos, otros en la Lucha del Escambray. Durante la Crisis de Octubre estuvieron movilizados en los centros de estudio y trabajo. Conforman el grueso de los milicianos fundadores.

Ese es el grupo generacional al que se le exigió para ser militante de la juventud comunista, haber participado en la mayoría de las actividades antes referidas, y la renuncia a toda relación con familiares, amigos y personas que no aceptaran, sin condición, la ideología de la Revolución. Ante la obra revolucionaria se les exacerbó e impuso una constante declaración de vocación para el sacrificio y sentimientos de culpa y humildad.

A esta generación se la conoce como la «generación de la escoba», porque Fidel la cogió para barrer todo lo que le estorbaba. Como no subieron a la Sierra Maestra ni fueron pioneros, tienen la «deuda eterna», porque nada de lo que han adquirido lo deben «a su propio esfuerzo», sino al «sacrificio desinteresado» de quienes hicieron la Revolución, formaron el Ejército Rebelde en las montañas orientales, no «pudieron estudiar» y siguen «sacrificados» en el MINFAR y las principales posiciones de gobierno hace más de treinta años.

Esta es la generación que actualmente consume más psicofármacos, está presentando lo que se ha dado en llamar «síndrome de neurosis situacional». Tiene padecimientos de hipertensión arterial, mortalidad temprana por infarto del miocardio y accidentes cerebrovasculares. Son los que dispararon en la década de los setenta la tasa de suicidio.

Los que están en el Partido son los más críticos y reflexivos de la situación actual, se sienten comprometidos con lo que existe y tratan de plantear soluciones. No han perdido totalmente el hábito de la discusión, que tuvieron oportunidad de ejercer en alguna medida y con dudoso éxito, alguna que otra vez.

El grupo siguiente, los menores de cuarenta y cinco y más de treinta años, es la «generación de la orientación». Son los que, si Fidel sigue en el poder, serán los «jóvenes ancianos» (con Robaina al frente de la procesión). A éstos, no se les ha dejado crecer, aunque constituyen el potencial intelectual, profesional y técnico, más importante conque cuenta la nación cubana en la actualidad. Los que ingresaron en los Jóvenes Comunistas, lo hicieron casi por costumbre o norma social: habían sido pioneros, se portaban bien en clases, estudiaban, iban a las escuelas al campo, y a los catorce años, se habían inscrito en los CDR, y las muchachas en la FMC. Sus compañeros los proponían en asambleas por ser ejemplares, y si querían, se analizaba la proposición de ingreso a la juventud, lo que significaba tener mejores oportunidades de estudio y desarrollo personal.

Educados bajo el concepto del «hombre nuevo», fueron los primeros que en su infancia gritaron: Pioneros, ¡por el comunismo! ¡seremos como el Che!, y ostentaban como máximo galardón de conducta la más absoluta obediencia al orden establecido.

Hijos de la generación anterior, heredaron el prestigio político de sus padres, inteletuales o militares. Con ellos se agudizó el nepotismo, particularmente en el MININT y en el MINFAR. Son el grueso de los «hijos de papá», primera cantera para miembros de las Tropas Especiales o acceder a las posibilidades de desarrollo intelectual, en el país y en el extranjero.

Estudiaron becados en las escuelas en el campo, la enseñanza media y preuniversitaria. En su educación se hizo énfasis en el estudio de las matemáticas, física, química y biología: la literatura, el español y la historia, se les enseñó sin estimular el pensamiento reflexivo. En esa etapa comenzó a generalizarse el ruso como segundo idioma.

Entre ellos están los «ceperitos», los «de la Lenin», los «camilitos» y los «de los preuniversitarios vocacionales» de las capitales de provincia. Son los del 100% de promoción escolar. Para ellos obtener una calificación de 96 puntos de promedio, sobre el máximo de 100, durante los tres años de estudios preuniversitarios, equivalía a una catástrofe emocional, y sentirse candidato al fracasado social: todos estaban destinados a estudiar carreras universitarias para trabajar... dónde?....

Inaguraron la cátedra militar en los preuniversitarios. Los hombres que continuaron estudios universitarios y no habían pasado el servicio militar general, al terminar la carrera debían trabajar en el MINFAR durante seis meses. Por ser graduados de nivel superior, se les otorgó el grado de teniente en la reserva militar. Este grupo no participó en las estructuras militares civiles de los primeros tiempos, y fue el mayor protagonista, más por voluntarismo que por exigencia, de las guerras de Angola y Etiopía.

Al cumplir treinta años, se les analizó para ingresar al Partido y -para asombro de la jerarquía- comenzaron a acogerse al principio de voluntariedad, decían no sentirse que cumplían con los requisitos para ser militante, a pesar de haber estado en la Juventud Comunista desde los catorce años de edad. Entre los que han pasado a militar en el Partido, se pueden identificar tres grupos fundamentales:

1) los que están en el entorno de los cuarenta, que tratan de hallar la lógica y explicar lo que está sucediendo en el país y están sentimentalmente ligados a la generación anterior, más por razones familiares que personales;

2) los que tienen treinta y algo y llegan con actitud crítica-interrogante, esperando respuesta «racional» para los desatinos políticos. No se sienten comprometidos con lo que sucede, y les cuesta trabajo tomar decisiones propias, porque necesitan, con antelación, el visto bueno de la decisión por alguna «autoridad de los niveles superiores»;

3) los que -con independencia de la edad- intentan copiar los patrones de conducta política de los líderes históricos y arremeten, contra toda lógica, siempre que tengan certeza o intuyan, estar haciendo lo deseado por sus superiores. Aspiran al poder para hacer lo que ellos desean, el problema está en que son muy inestables en sus deseos.

Los menores de veinticinco, la «generación del Malecón», son los «impronosticables» e «incontrolables» para el gobierno. Han aprendido a desdoblar su personalidad, de tantas maneras como sea necesario. A decir lo que las «instancias superiores» quieren escuchar, y hacer lo que a ellos les viene en ganas. Son los campenones de la doble moral. Ni se sienten comprometidos a sacrificarse, ni a obedecer. Son contestarios por omisión y sus planteamientos están respolitizados en el sentido estricto del término.

Se intenta involucrarlos en la disciplina militar -incluídas las mujeres- a través del servicio militar general, haciendo captaciones para ingresar en las fuerzas regulares, en particular, las de tropas especiales y la policía. Muchos de los que entran a estos cuerpos lo hacen deliberadamente para insertarse en la corrupción como medio de vida.

No les interesa ser militantes de la juventud. Los que son militantes, están entregando, en número «preocupante», el carné o lo pierden adrede junto con el expediente político, aprovechando un cambio de centro de estudio o trabajo..

La calidad de la educación de este grupo ha descendido acelerada y ostensiblemente. Entre otras razones, por la falta de libros y materiales de información actualizada, unida a la orientación dogmática y esquemática de la enseñanza en Cuba, que al tratar de evitar el pensamiento reflexivo en los estudiantes, jóvenes y adolescentes, inhibe la creatividad y engendra la actitud pasiva y displicente que observan los foráneos, y de la que se quejan los intelectuales cubanos.

A este grupo generacional la relación con el Malecón se estableció en 1992 cuando, ante la llegada de las vacaciones, y la imposibilidad de ofrecer a la población en general -a la juventud en particular- lugares de recreación donde pasar el tiempo libre, surgió la idea del Malecón habanero, como alternativa para descongestionar las playas del este y el transporte de la capital. Los dirigentes juveniles, alicates y martillos en mano, a la voz de su jefe, Roberto Robaina -ahora Canciller- quitaron los carteles de: Prohibido bañarse, que se habían puesto años antes sobre el muro del conocido paseo, por orientación del Ministerio de Salud Pública, en coordinación con la Academia de Ciencias, debido al alto nivel de contaminación del litoral, cuando el ex-secretario del Partido en Ciudad de La Habana, Julio Camacho Aguilera, había anunciado el Proyecto Malecón y comentado que esa zona quizás pudiera ser buena para los baños de mar.

La alta dirección de los jóvenes comunistas se mofó de las conclusiones de los científicos que atentaban contra soluciones prácticas, en favor de la estabilidad política del socialismo cubano, y no veían las ventajas de esparcimiento y recreación que brindaba el muro del Malecón.(sic)

El resultado no se hizo esperar: los médicos comenzaron a reportar un incremento de infecciones de la piel, de las vías respiratorias, vaginales y de otros tipos, en personas que estaban haciendo suya la consigna de bañarse ese verano en el Malecón. El escándalo se produjo tras las bambalinas del secreto político: para no ayudar al «enemigo».(sic) Fidel no quiso criticar a Robaina, porque su equivocación había sido por tratar de ayudar al Partido y al Gobierno a dar solución al problema de las vacaciones de los jóvenes ese verano..(sic)

Se suponía que ese grupo fuera la primera hornada del «hombre nuevo», sin embargo, no hay referencias en la historia de Cuba, de grupo generacional juvenil más despolitizado.

Para esta última camada de jóvenes, sean o no de la UJC la consigna inicial de la organización se ha convertido en sal y agua. El estudio ha perdido incentivo -por adoctrinador, poco interesante y desfasado- no estímula la creatividad, obstaculiza el pensamiento reflexivo y está absolutamente falto de información actualizada. Consideran que existen serias limitaciones para acceder a las pocas oportunidades de estudio que existen, agravadas por las brumosas perspectivas de lograr un trabajo de utilidad social, acorde con la calificación profesional y que responda a la motivación individual.

El trabajo no se visualiza por los jóvenes -tampoco por la población más adulta- como la vía más eficaz, inmediata o futura, de satisfacción de las necesidades, en un país que se vanagloria de ser una sociedad de trabajadores. El fusil se traduce en la preparación para el final absoluto: la muerte como única solución o como un medio de vida con garantías de privilegios, aunque sea con corrupción, en especial si se logra ascender, por mérito o matrimonio, a las familias de las «altas esferas».

La UJC no tiene el peso que tenía hace unos años atrás. En los centros de estudio, donde antes se seleccionaba, se ha comenzado a tratar de captar a los jóvenes. La mayoría de los que cumplen con los requisitos para ingresar a la organización, se acoge al principio de voluntariedad (forma política elegante de rechazar el pertenecer al Partido). En los centros de trabajo, el comité de base se ha convertido en un problema para el núcleo del Partido, por el cuestionamiento permanente de las orientaciones y la falta de «disciplina» militante que el Partido espera.

Los «novedosos métodos políticos» que está utilizando la UJC para movilizar a sus militantes y a los jóvenes en general, es la oferta de: camisetas, discos, cassettes de audio, pasadores de moda, y similares...¿Novedad revolucionaria?

¿Es la juventud cubana actual menos sólida moralmente que las anteriores? Definitivamente, no. Sucede que cada generación sólo puede generar un estilo de represión[9]. Si una generación mantiene el control social por tiempo, las nuevas generaciones crean y aprenden sus propios mecanismos de defensa, que se convierten en respuestas novedosas, innovadoras frente el poder represivo -instituído y estancado- en circunstancias psicológicas y sociales diferentes. Llegado a este hito, el poder establecido comienza a perder la eficacia de su hegemónico control, símbolo triunfante de sus tiempos gloriosos.

Los jóvenes cubanos se desarrollan en el debate de la doble moral que les impone el discurso político del gobierno cubano, con Fidel a la cabeza. Los hacen cohabitar con la tolerancia, cada día menos encubierta, de manifestaciones extremas de degradación moral como la prostitución -femenina y masculina, heterosexual y homosexual- y otras conductas asociadas al sexo y la pornografía. Ninguna de estas «desviaciones» atentan contra el poder político establecido y, por el contrario, ayudan a la «recuperación económica» del país: traen dólares.(sic)

En Cuba se puede ejercer la prostitución, incluso ser delincuente pero no discrepar, porque eso sí es delito. Si uno se convierte en disidente a la luz pública, se le tratará de acusar de cualquier cosa, degradante, y nunca se le reconocerá como disidente, menos de opositor. La oposición sólo existe fuera del país y nunca dentro del régimen.

La sobrecarga ideológica que durante los años de revolución se ha dado a la juventud, sin que ésta pueda ver resultados individuales y familiares en la vida cotidiana -relacionados al esfuerzo propio y de sus padres- ha agotado el discurso político tradicional. La ha vuelto insonora a la oratoria grandilocuente, la misma que plantea soluciones irracionales en plazos humanamente inalcanzables. Las monsergas paralizantes ya no surten efecto.

La acción grupal se expresa de manera muy evidente en la juventud. La rigidez de las estructuras de la organización juvenil, la UJC[10], no ha eliminado el deseo de asociación y agrupación por intereses y motivaciones comunes. Así han surgido grupos espontáneos entre jóvenes artistas e intelectuales, que mantienen en jaque a la dirección política del Partido.

Los intentos que se han hecho por suprimirlos han devenido en efecto de Idra de mil cabezas, cuando le cortan una, resurgen con efecto multiplicador. La juventud cubana ha estado experimentando diversas formas de agrupación que contienen en esencia los elementos más informales y con más potencia de la SC.

Central de Trabajadores de Cuba (CTC)

Mucho antes del triunfo de la revolución, los trabajadores cubanos se habían organizado en sindicatos bajo la estructura de la Confederación de Trabajadores de Cuba (CTC), como central única de trabajadores. Las luchas sindicales y obreras siempre estuvieron presentes en el quehacer político, económico y social de la sociedad cubana. Fueron protagonistas principales de pactos sociales trascendentes en la historia de la nación: la Constitución de 1940, el diferencial azucarero, los derechos de los portuarios, sólo por mencionar tres.

La evolución que ha sufrido la CTC en el período socialista reafirma la esencia antidemocrática, totalitaria y antitrabajadora del proceso revolucionario.

Entre debates y «bates» se llegó al XII congreso de la CTC en 1966, con él se dió el tiro de gracia a los sindicatos, Miguel Martín, hasta entonces secretario de la UJC, pasó a ser el Secretario General de la organización de los trabajadores, con la misión explícita, de parte de Fidel, de desarticular la organización sindical. En su lugar se propuso desarrollar el «movimiento de avanzada», que en la práctica quería decir lo contrario. A partir de entonces, las palabras claves del discurso a los trabajadores serían: erradicar la vagancia, reconocer el sacrificio del que trabaja, estimular ante el colectivo y la sociedad la humildad y modestia de los que crean la riqueza del país, etc.

Resulta significativo que el desmantelamiento total de la CTC ocurrió paralelo a la desestructuración del Ministerio del Trabajo (MINTRAB). Para consolidar el control sobre los trabajadores se actuó paralelamente en la esfera sindical y estatal administrativa.

En el Informe Central al I Congreso del Partido (1975), en el acápite «Los errores cometidos», se reconoció la desarticulación del movimiento sindical y la desestructuración del MINTRAB, pero se advirtió que la reorganización y reorientación del aparato sindical y administrativo se haría bajo estricto control, según los intereses del Estado y el Partido, es decir, desde y por el grupo en el poder.

En la actualidad, la organización sindical es una pura formalidad. Los trabajadores cubanos no tienen participación en la gestión social de dirección. Sus relativos derechos se miden en función del grado de pertenencia a las organizaciones de masas dirigidas por el Estado. Las movilizaciones militares en las que haya participado a lo largo de su vida le dan los créditos al trabajador para ser reconocido en su centro laboral específico. Formalmente no existe reemplazo, ni competencia, en relación a organizaciones sindicales disidentes, hoy estimadas en más de 90 grupos sin reconocimiento legal. Probablemente, la continuidad de la actual organización sindical como parte del desarrollo de la SC en Cuba, sea la más precaria y difícil de lograr.

A modo de conclusión

Cabría preguntar: si las mujeres, los vecinos, los jóvenes y los trabajadores no tienen alternativas de asociación independiente reconocidas por el Estado.... ¿cómo enfocar entonces, la cuestión de la SC en Cuba?

La nación cubana tiene 12 millones de habitantes, de los cuales, un millón y algo vive en el extranjero y once en el territorio nacional. Una revolución es un hecho social que conmueve todas las estructuras de la sociedad donde se produce y deja consecuencias para el grupo humano que es su actor principal. La cubana no es la primera, ni la única, ni la última revolución del mundo. Lo distinto es que los cubanos, somos sus actores principales y estamos en la escena, todo el tiempo, para afirmar o negar la estadía.

Fidel Castro centra el gobierno que subió al poder a consecuencia de la revolución hace poco más de treinta y siete años. A esta fecha se puede hablar de algunas regularidades de su método de dirección:

º Estructurar la discusión de las tendencias contrarias y adversas, entrando siempre él como árbitro.
º Este árbitro decide imponiendo o cambiando las reglas necesarias, siempre que el cambio engrandezca o no afecta su posición de máximo poder.
º Ensaya con los jóvenes, y los utiliza, para realizar las estrategias y tácticas de los cambios en la política interna.
º Responde dinámicamente a los momentos de conflicto internos con nuevas estructuras militares que abarcan, cada vez, más sectores de la población civil.
º Promueve discusiones y asambleas catársicas que tienden a diluir la responsabilidad del grupo en el poder, dejando siempre intacta a la cúspide.
º Mantiene estructuras paralelas de gobierno a las oficialmente instituídas (Grupo Central, Equipo de Coordinación y Apoyo) para que el resto del poder -a partir de la cúspide- sea siempre un objetivo cambiante.
º Exacerba a grupos sociales marginales -incluídos los delincuentes-, exaltando la «responsabilidad» de la sociedad civil por sus conductas socialmente incordes.
º Mantiene activo un juego político doble, en el que el único beneficio seguro sea siempre la estabilidad y permanencia en el poder, a cualquier precio, de Fidel Castro.

Tales métodos de dirección han creado una suerte de caos en la sociedad cubana, que se nos presenta virtualmente atrapada y sin salida. Quizás en la discusión sobre las alternativas de cambio sería conveniente focalizar la factibilidad social, política y económica de:

º De la reclamación de las propiedades confiscadas, mejoradas y destruídas por la revolución.
º Mantener la garantía de accesibilidad a la educación y a la salud de la población.
º Dar soluciones que mitiguen el desempleo creciente en la sociedad cubana. El país no puede salir de la crisis actual con más del 25% de desempleo estructural.
º El nuevo proyecto no debe partir de ayudas económicas concesionarias.
º Restauración de los derechos civiles y políticos a todos los cubanos, sin importar su militancia o no en uno o ningún partido político.
º Amnistía para los presos de conciencia.