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>Documentos>El pequeñuelo
Ernesto Díaz, pescador y poeta.

Llegó a mis manos un pequeño volumen, facsimilar, escrito y sacado clandestinamente de las cárceles de Cuba. Cuando digo pequeño, eso quiero decir: el librito tendrá unas tres pulgadas de lado. El autor, Ernesto Díaz Rodríguez, pescador en Cojímar, nació en 1939. Fue condenado por el régimen castrista a 15 años de prisión, condena extendida a 40 años al ser acusado de participar desde la cárcel en una conspiración contra el Estado. Aislado, incomunicado y enfermo, se cree que hoy está en la prisión de Boniato.

La Campana del Alba fue salvado milagrosamente de las requisas carcelarias. La cárcel, que aprisiona el cuerpo y tortura el alma, también produce efectos insospechados en el espíritu del hombre. Grandes obras han salido del ocio forzado de la prisión: El Quijote, El Presidio Político en Cuba, de Martí; Contra Toda Esperanza, de Armando Valladares, y el bellísimo Diario Clandestino de Giovanni Guareschi. Ernesto Díaz y su Campana del Alba escriben una página más dentro de esta extraordinaria secuela de obras producidas por personas sometidas a torturas y dificultades sin cuento, pero que tienen algo que nunca podrá ser aprisionado: un espíritu que escapa a los muros y vuela por encima de la tozuda crueldad de los carceleros para enseñarnos que la belleza es un valor que vive y perdura a pesar de todo lo que se intente en contra de ella.

Dumois




BAMBUR

Cuentan los ángeles que los elefantes del África entristecían cuando un niño lloraba en la noche de Auschwitz. Así son de sensibles. Hasta las lágrimas de una pequeña estrella se les resbalan por sus mansas orejotas, pecho adentro. Entonces alzan la trompa al cielo como amenazando a los astros. Todo el dolor ajeno los conmueve. Todas las cosas feas les inundan los párpados. Pero lo que más los entristece es el llanto de un niño. Ahora comprendo por qué al viejo Bambur a cada instante se le humedecían los ojos. ¡Y yo tan tonto que siempre lo imaginaba triste a causa de la gruesa cadena que lo ataba! ¡Bah...! Las cadenas duelen, pero no hacen llorar a ningún elefante, porque la llaga va por fuera, a ras de pata, y las patas, como los pueblos pequeños, tienen poca importancia.


EL PEQUEÑUELO

Si un niño quiere
que tú le cuentes
lo que es la vida
de un prisionero,
dile primero
que hay otras cosas
mucho más bellas,
como las flores
cuando se viste
de mil colores
la primavera.
Muéstrale el cielo,
la mariposa
y la gaviota...
el níveo traje
de su plumaje
sobre las olas.

Si el niño llora,
si pide luego
que tú le cuentes
lo que es la vida
de un prisionero...
dile que hay cosas
aún más bellas:
la rosa blanca,
la blanca estrella
y los colores
de su bandera.

Si un niño quiere
que tú le cuentes
lo que es la vida
de un prisionero:
¡canta una copla,
inventa un juego...!
Pero no digas
a un pequeñuelo
lo que es la vida
de un prisionero.


ALAS

Alas de gloria
tienen los héroes,
alas de barro
tienen los bárbaros,
alas de olvido
tiene el vencido;
alas extrañas
tiene el tirano.
Alas de lirio
tienen los niños,
alas azules
tienen los mares.
Pero los hijos
de los cautivos,
¡¿de qué colores
tendrán las alas?!