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Víctor Mozo,
cubano exiliado residente en el Canadá,
miembro de Camagüeyanos por el Mundo.

"Más que imponernos al enemigo, importa y 
alcanza que el enemigo acate nuestra obra."
José Martí (1881) 


Queridos amigos camagüeyanos:

En días pasados, cuando buscaba el periódico, movido por esa rutina que nos lleva a leer la actualidad nacional e internacional, vi por pura casualidad uno de esos diarios de pacotilla que desgraciadamente pululan por ahí. No piensen que enderezo una crítica al susodicho diario en sí, sino a lo que me golpeó de repente. En la primera página, con grandes letras y a todo color, se podía leer: "La nouvelle prostitution à Cuba: $5 pour un caramelo".

Obviaré la traducción. No creo que haga falta. El insulto y la humillación están bien presentes. Las dos páginas del artículo de marras vienen acompañadas de fotos de blancas, de mulatas, de negras sonrientes. Sonrisas que esconden tristeza y hambre, incertidumbre y desasosiego.

Mi primera impresión fue de rabia, la segunda de tristeza y la tercera de impotencia. No citaré el contenido, pero les diré, con toda sinceridad, que era muy poco crítico y sí muy incitativo para que el turista en busca de sexo de todo tipo se dé su vueltecita por lo que fue la Perla de las Antillas. El periodista que escribe el artículo habla de gustos cumplidos y de sus precios. Una prostitución muy barata, ¡pero que es prostitución! Apenas si se habla de la necesidad de estas pobres mujeres, profesionales, amas de casa y demás, de venderse, no por placer, sino para comer. 

Recordé aquella novela de Curzio Malaparte, La Piel, que narraba las miserias de la postguerra en Italia. Pudiera también parafrasear lo dicho en otra época : "…construiremos el hombre nuevo…". Pues mírenlo, ya lo tienen, ya tienen a la mujer nueva, la nueva víctima de la sociedad de los Castro, los redentores de la humanidad, que en 1959 se vanagloriaban de haber acabado con la prostitución en Cuba.

Me sentí muy triste. Pensé en mi hija de 22 años, quien tiene la suerte de encontrarse aquí, que no tiene que vender su cuerpo para comer o para satisfacer la más banal de sus necesidades de juventud. Pensé en muchas jóvenes de Camagüey. Pensé en mi sobrina muerta en un accidente hace unos años y pensé, de cierta manera, en que quizás fue mejor así. Probablemente hubiera llegado ella a ser médico como quería, pero sacrificaría hoy tal vez su cuerpo para poder comer y vestirse decentemente.

Viví, al leer el artículo, la impotencia del exiliado que quiere gritar, dejar oír su voz, ¡declarar que Cuba no es un país de prostitución!

Esta impotencia me lleva a llamarlos a ustedes, mis amigos, aunque no conozca a muchos, a mis coterráneos, para que unamos nuestros esfuerzos y denunciemos con los pocos medios de que disponemos esta ignominia que asola a nuestra Patria. El extranjero sólo conoce la historia de Cuba contada por los Castro. Al extranjero le gusta cerrar los ojos. ¡Pues nosotros tenemos que abrírselos con la fuerza de nuestra palabra! Hagamos conocer nuestra historia, hagámosla conocer en todas las lenguas que podamos: español, francés, inglés, alemán. Aportemos al menos un granito de arena. Yo estoy seguro de que podremos hacer una montaña si queremos. Contestemos de inmediato a cada mentira, a cada información errónea que veamos en los medios de comunicación.

Gracias a Internet podemos tener acceso a mucha gente que puede brindarnos la ayuda necesaria para esclarecer la verdad. Los hermanos Castro, cuales Goebbels de estos tiempos, han sabido servirse de la propaganda para mantenerse en el poder y para proyectar a nivel internacional la imagen falsa de que todo lo que han hecho es bueno para el pueblo. Es hora de acabar con el mito de los logros en educación y salud y decir la verdad; citar ejemplos concretos; terminar con la idea de que todo lo que sucede en Cuba es culpa del embargo americano. Estoy seguro de que cada uno de nosotros tiene múltiples ejemplos que puede aportar, sin necesidad de exagerar.

El verdadero bloqueo es el interno: ese que bloquea las ideas y encierra el pensamiento.

Espero, mis queridos amigos de Camagüeyanos por el Mundo, que estas líneas los inciten a ustedes a actuar -si es que no han comenzado ya- para demostrar a todo el mundo que nosotros también somos hijos de Camagüey, de Cuba, y que también nosotros tenemos derecho a ser oídos.