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>Del saber>Grupos de ópera: una experiencia
Luis A. Dumois Núñez
Guadalajara, Jalisco, México.

¡A mí no me gusta la ópera! He oído eso demasiadas veces. Confieso: yo también lo dije; en más de una ocasión. Personas que conocen de música, que participan en pláticas sobre el tema, que tienen la sana costumbre de escuchar buenas composiciones con regularidad, rechazan, con virulencia, la invitación a oír ópera.

Y es que ése es el problema: limitarse a oír la ópera. El teatro, la representación, el drama, juegan un papel tan importante, en el fenómeno operístico, como la música. La gente que se sienta a escuchar ópera, y que se enfrenta a una obra con dos o tres horas de duración, con, en algunas ocasiones, largos períodos de recitativos, no disfruta de la experiencia. Porque no se ve lo que sucede. No se sigue la trama. No se entiende la acción.

Yo no sabía lo que era la ópera. Y, en mi sinfónica ignorancia, la desdeñaba. Hasta que un día tuve la oportunidad de asistir a la proyección y escucha de un video: La Traviata, de Giuseppe Verdi. En una pantalla de televisión se veía la acción. El sonido, de buena calidad, era reproducido por un equipo de alta fidelidad. En la parte inferior de la pantalla aparecían los textos del libreto, a medida que la escena avanzaba. ¡Maravilla! Se podía entender lo que sucedía. Toda la fuerza dramática de la música se apreciaba desde una, para mí, nueva perspectiva.

Desde ese momento fui un converso. Y, por supuesto, me puse a leer, a estudiar, a escuchar, a ver ópera. Desarrollé y ejecuté un plan para adquirir e instalar en mi casa un equipo, modesto para iniciar, de audio-video. El ansia de compartir se impuso: pronto se organizó un grupito que, cada mes, se reunía para disfrutar del milagro de la ópera. Y luego otro. Y después otro grupo más.

La operación es sencilla: diez o doce amigos, cada mes, se dan cita operística. Alguien pone casa, sistema y videos; las señoras se organizan con la cena. Los vinos aparecen de repente. Por turnos se prepara una pequeña disertación sobre la obra de la noche: época, estilo, autor, ambiente histórico, trama, detalles y comentarios. No más de diez minutos de rollo, por favor. Después, la ópera. Podemos hacer un intermedio para cenar. Alguna composición muy larga se aprecia en dos sesiones. Noche de viernes de lujo.

Al principio, las óperas más fáciles. Comentarios superficiales. ¡Oooooohs! y ¡Aaaaaahs! Después de más de tres años con el primer grupo, bautizado, con parva imaginación, como grupo 'A': producciones más complejas, manejo de conceptos técnicos, apreciación inteligente de lo que sucede. Disfrute. Organización de tours a diferentes teatros, para gozar the real thing, en vivo. Uno que otro recitalito privado en casa de alguien. Intercambios con otros grupos.

A diferencia de la música sinfónica, en la que con frecuencia sucede que una pieza es abucheada y vilipendiada cuando sale a la luz, y luego resulta, años después, que era la gran obra de arte, en la ópera la calidad perdurable coincide con el gusto del gran público. Las buenas óperas son las óperas populares, las que se representan a menudo. Porque la ópera es un fenómeno audio-visual. Y ahora reconocemos el poder de penetración de las producciones dirigidas a oídos y ojos. Por eso, por el poder dramático, teatral, visual que tiene la ópera, es por lo que hay que verla. Y tal vez la mejor manera de empezar es a través de los modernos sistemas de audio-video que se encuentran hoy en el mercado.

Existen en Guadalajara varios grupos de ópera. Uno de los más sólidos es conocido en el medio como Grupo de los Doctores, que se reúne desde hace años y que congrega, entre otros amigos médicos, a nuestro apreciado doctor tenor Mario Cuéllar, quien además de muchas otras actividades tiene la de producir programas de radio sobre temas relacionados con el canto. El club de Los Amigos de la Ópera ha invitado, de manera abierta y desinteresada, desde hace tiempo, a los que quieran asistir a sus proyecciones públicas de ópera.

No, no he abandonado mi viejo gusto por las sinfonías, por la música instrumental de cámara, por los conciertos de piano, violín o guitarra. He añadido, simplemente, canicas al bolsillo. Ahora sé lo que puede hacer en el ánimo colectivo una buena soprano coloratura que interprete, por ejemplo, el aria de la locura de Lucia di Lammermoor. Rigoletto y yo abrimos, juntos, el terrible saco sobre la barca, con Mantua a nuestras espaldas. También yo recuerdo los dulces besos y las caricias de Floria Tosca, con perdón del pobre Cavaradossi (y dispensa de mi mujer).

Por supuesto: no hay sistema que supla a la realidad. No hay problema: una vez contagiado, el sujeto no tiene salvación. No se encuentran remedios ni en la botica, como canta el bambuco colombiano. Llegará el momento de asistir a la función en el teatro, ya con todo el bagaje necesario para apreciar lo que sucede en el escenario. Pero el veneno se administrará de manera mucho más accesible y efectiva a través de un grupo de ópera como el que he tratado de describir aquí. La inversión inicial es mucho menor de lo que se pudiera imaginar. El beneficio es para toda la vida.

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