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>Del saber>Veintiocho de enero
Luis A. Dumois Núñez,
para Camagüeyanos por el Mundo.
Guadalajara, Jalisco, México, enero de 2001.

Cubanos:

Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba,
para ofrendarle nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella.


José Martí


Veintiocho de enero. Domingo, y me he pasado media mañana repasando los ya amarillentos volúmenes que trajimos con nosotros cuando salimos de allá -a donde nunca hemos regresado- hace más de cuarenta años. Libros que se deshojan, que agonizan en extranjero suelo, pero que conservan todavía para mí las palabras del maestro.

Este veintiocho de enero rindo homenaje al hombre muerto, al poeta vivo, de la mejor manera que sé: leyendo lo suyo.

Quiero compartir hoy con todos y para el bien de todos, pinos nuevos -y no tan nuevos-, algo de lo que disfruté esta mañana.

 Martí

De un poema escrito a Néstor Ponce de León.
Nueva York, 21 de octubre de 1889.

En la patria de mi amor
quisiera yo ver nacer
el pueblo que puede ser,
sin odios y sin color.

Y cuando todas las manos
son pocas para el afán,
¡Oh, Patria, las usarán
en herirse los hermanos!

Algo en el alma decide,
en su cólera indignada,
que es más vil que el que degrada
a un pueblo, el que lo divide.

¿Quién con injurias convence?
¿Quién con epítetos labra?
Vence el amor. La palabra
sólo cuando justa, vence.

Si es uno el honor, los modos
varios se han de juntar:
¡Con todos se ha de fundar,
para el bienestar de todos!




De Versos Sencillos.
Nueva York, 1891.

Si ves un monte de espumas,
es mi verso lo que ves:
mi verso es un monte, y es
un abanico de plumas.

Mi verso es como un puñal
que por el puño echa flor:
mi verso es un surtidor
que da un agua de coral.

Mi verso es de un verde claro
y de un carmín encendido:
mi verso es un ciervo herido
que busca en el monte amparo.

Mi verso al valiente agrada:
mi verso, breve y sincero,
es del vigor del acero
con que se funde la espada.

...

Yo quiero cuando me muera,
sin patria, pero sin amo,
tener en mi losa un ramo
de flores, ¡y una bandera!

Yo quiero salir del mundo
por la puerta natural:
en un carro de hojas verdes
a morir me han de llevar.

No me pongan en lo oscuro
a morir como un traidor:
¡Yo soy bueno, y como bueno
moriré de cara al sol!

Hay montes, y hay que subir
los montes altos. ¡Después
veremos, alma, quién es
quien te me ha puesto al morir!

...

Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere:
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla y muere.

Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombres:
¡La esclavitud de los hombres
es la gran pena del mundo!



Del discurso pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa el 26 de noviembre de 1891.

¡De todos los cubanos! ¡Yo no sé qué misterio de ternura tiene esta dulcísima palabra ni qué sabor tan puro sobre el de la palabra misma de hombre, que es ya tan bella, que si se le pronuncia como se debe, parece que es el aire como nimbo de oro y es trono o cumbre de monte la naturaleza! Se dice cubano, y una dulzura como la suave hermandad se esparce por nuestras entrañas, y se abre sola la caja de nuestros ahorros, y nos apretamos para hacer un puesto más en la mesa, y echa las alas el corazón enamorado para amparar al que nació en la misma tierra que nosotros, aunque el pecado lo trastorne, o la ignorancia lo extravíe, o la ira lo enfurezca, o lo ensangrente el crimen.

...

¡Pues alcémonos de una vez, de una arremetida última de los corazones, alcémonos de manera que no corra peligro la libertad en el triunfo, por el desorden o por la torpeza o por la impaciencia en prepararla; alcémonos, para la república verdadera, los que por nuestra pasión por el derecho y por nuestro hábito del trabajo sabremos mantenerla; alcémonos para darle tumba a los héroes cuyo espíritu vaga por el mundo avergonzado y solitario; alcémonos para que algún día tengan tumba nuestros hijos! Y pongamos alrededor de la estrella, en la bandera nueva, esta fórmula del amor triunfante: "Con todos, y para el bien de todos".